En el corazón de la ciudad. Rodeados de la actividad cotidiana. Durante tres días y medio, en nuestro pequeño dojo sólo el silencio prevalece. Sin nada que decirnos, sin nada que recordarnos, solos, pero juntos, inspiramos y dejamos caer nuestra espiración, una y otra vez, siguiendo el ritmo de nuestros corazones. Sin nada que mirar, sin nada que señalarnos, solos, pero juntos, enderezamos una y otra vez nuestros lomos de dragón y estiramos nuestras coronillas reales.
Sin nada, sin nada a lo que agarrarnos, dejamos que el tiempo nos atraviese y que la actividad que nos rodea se disuelva.
¿No veis el privilegio que todo esto significa?
Este tiempo sin tiempo, que ya está a punto de terminar, nos está regalando el privilegio de la más profunda amistad. Está permitiendo que nuestros ojos se abran levemente y que nuestras almas se entibien. Es una suerte poder compartirlo, no dejéis pasar este tiempo en vano.
Sengen Fernández