“Relucientes y gélidos a la luz de la luna al final del invierno,
los capullos del cerezo.
Nieve escarchada en la montaña helada.
He aquí la vívida imagen del Tathagata que perdura.
Sus beneficios son incontables generaciones de descendientes.” (1)
Cuando su tiempo ha pasado, el invierno tiene que recoger la nieve y el frío que ha ido derramando a su alrededor para que la primavera puede desplegar sus alas. Sólo los capullos de cerezo dispuesto para estallar son testigos, a la luz tenue de la luna, de esta transmisión silenciosa.
En nuestra práctica esta transmisión es la que garantiza que el impulso que el Tathagata le dio a la rueda del Dharma, continúe hasta nuestros días. Y esto es lo que permitirá a su vez que incontables generaciones de descendientes sigan beneficiándose en el futuro.
Pero para que esto se haga realidad en plenitud, es necesario que día a día este proceso se repita, una y otra vez, imperceptiblemente, alrededor de los budas silenciosos que habitan el bosque de nuestro dojo.
Transmisión más silenciosa, más sutil, más discreta aún que la que permite que el invierno le ceda el paso a la primavera. Durante estos tres días y medio esta transmisión está girando vertiginosamente a nuestro alrededor con el único propósito de beneficiar a todos los seres sensibles. Sólo abandonándolo todo esto puede producirse.
Sengen Fernández
(1) Poema de Dongen Zenji escrito en chino.